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Estimados compañeros y amigos,

Esta misma semana hemos asistido a un nuevo golpe empresarial asestado por el Gobierno. La subida del Salario Mínimo Interprofesional a 1.080 euros vuelve a poner todo el esfuerzo en quien genera empleo y riqueza en este país y en quien se juega su patrimonio a diario: los empresarios.

La decisión unilateral del Gobierno vuelve a denotar la falta de respeto continuada que Pedro Sánchez siente hacia los empresarios. No solo no ha tenido en cuenta nuestra propuesta, sino que ha hecho caso omiso de la petición que tiene sobre la mesa desde hace años: la desindexación de los contratos públicos y las prórrogas forzosas.

Contratar con la Administración se ha convertido en una actividad de riesgo. No solo paga tarde, también paga mal. No acepta que se puedan repercutir los costes que ellos mismos producen con sus decisiones, de esta manera las empresas que contratan con la Administración entran en pérdidas y no se pueden salir porque por la Ley de Contratos del Estado están obligados a estar en el contrato hasta que se lance un nuevo concurso. Un sinsentido.

Por si esto no fuera poco, el absentismo laboral pone la puntilla para acabar de desmantelar el tejido empresarial. Recientemente hemos conocido las alarmantes cifras de absentismo laboral en España que, poco a poco se aproxima a la elevada tasa de absentismo que soportamos en nuestro sector.

Según los datos proporcionados por The Adecco Group Institute, la tasa de absentismo en nuestro país, correspondiente al último trimestre de 2022, se situó en el 6,7%, casi un punto por debajo de la tasa de absentismo detectada por la Comisión de Absentismo de AELMA, cuyo último dato se sitúa en el 7,5%. Una cifra que, incluso siendo alta, no tiene en cuenta las ausencias que proceden de los derechos sociales que se derivan de los convenios, como los días de asuntos propios y otras licencias.

Una tasa del 7,5% de absentismo significa que se necesitan 107 empleados para cubrir 100 puestos de trabajo, lo cual mina considerablemente la productividad de nuestras empresas y, también, de nuestros clientes y el país.

Ese porcentaje, recordemos del 7,5%, se lleva el beneficio o la riqueza generada por esos 100 trabajadores. Es decir, que el absentismo fraudulento no solo roba a los empresarios, nos roba a todos. A los contribuyentes, a la Administración, a los clientes y perjudican, sobre todo, a los que están enfermos de verdad y a los que hay que destinar todos los recursos necesarios para que se recuperen de sus patologías.

Los costes del absentismo laboral son reales y causan un enorme agujero en nuestras cuentas, un agujero que, en algunas empresas, es insostenible. El impacto de estas tasas de absentismo se sitúa en un 6,5% sobre nuestros costes laborales. Desde otro ángulo, hay que tener en cuenta un coste sobre facturación de un 5%. Si no tenemos en cuenta estas variables a la hora de presupuestar, se notará en nuestras cuentas de resultados, y nos estaremos haciendo trampas en el solitario.

El absentismo es uno de los principales caballos de batalla del sector desde hace años. No es un asunto fácil de manejar, y menos aún fácil de resolver, pero sí es necesario que haya voluntad política para que actúe con profesionalidad y rigor sobre este asunto que está desangrando a nuestra economía.

Por nuestra parte, desde las empresas también podemos acometer una serie de actuaciones para reducir estas elevadas tasas. Para conocerlas, os emplazo a todos a asistir a la jornada monográfica que celebraremos el próximo mes de abril y de la que os iremos facilitando información en futuras comunicaciones.

Un fuerte abrazo